"Левиафан", del realizador Andréi Zviáguintsev, es sin duda la película de la que todo el mundo habla en Rusia. Su estreno el pasado 5 de febrero ha provocado mucho revuelo en el país. Es objeto de intensos debates y un auténtico fenómeno cultural. La película ha sido muy bien recibida por la crítica de todo el mundo y aparte de la nominación en los Oscar en la categoría de mejor filme de habla no inglesa ha cosechado una gran ristra de premios entre los que destaca el Globo de Oro. Pero no es del agrado de sectores nacionalistas y religiosos rusos ortodoxos y el gobierno ruso ha intentado sin éxito impedir su proyección. Las razones que esgrimen es que ofrece una visión distorsionada y oportunista del país para contentar a occidente. Finalmente se está exhibiendo en medio centenar de cines de Rusia. Obviamente la polémica desatada había multiplicado mi interés por esta película y viviendo en San Petersburgo era imperdonable no ir a uno de sus cines para averiguar por qué ha levantado tantas ampollas en este lado del planeta.
Me consta por comentarios que estoy escuchando en el trabajo y otros ámbitos que está sacudiendo la conciencia de muchos de los que han ido a verla porque está obra muestra la (supuesta) realidad más amarga y hostil de la Rusia de hoy en día. La corrupción, el autoritarismo y la impunidad de la Rusia de Putin son los principales males que denuncia. Éstos aparecen retratados de forma demoledora en una atmósfera inquietante aunque con algunos toques de comedia negra muy acertados que despertaron algunas carcajadas en la sala en la que me encontraba (cine Angleterre).
Entre la vasta geografía rusa, esta película se sitúa en un remoto pequeño pueblo costero del Mar de Barents (norte de Rusia) donde a veces las ballenas se acercan a su bahía. Nikolai es el padre de una familia ordinaria que vive frente al mar con su esposa Lilya y su hijo adolescente Romka. Todo lo que tienen es una vieja pero acogedora casa en un bucólico lugar de postal y un humilde taller de mecánica al lado de su cosa. Su apacible vida es alterada por el alcalde local que quiere quedarse con todo lo que tienen a toda costa. Nikolai no está dispuesto a vender sus propiedades y busca la manera de impedirlo.
Es una película larga que quizá peca de pretenciosidad y falta de pulso en algunos pasajes en su intento de diseccionar la Rusia contemporánea, pero que en ningún momento me resultó aburrida o pesada. El interés fue creciendo de menos a más hasta llegar a su brutal climax. Y tiene varias capas y lecturas, por lo que te deja con ganas de revisionarla.
Rusia es un país renacido que, a pesar de haber recuperado su orgullo de gran nación y su condición de potencia emergente, todavía se está buscando a sí mismo. Entre sus males actuales reflejados en la película algunos provienen del pasado soviético y otros de la época postcomunista. Ambos periodos no salen bien parados por Zviáguintsev. Respecto a los primeros destaca la monolítica y estricta burocracia que sigue rigiendo la administración y la jurisprudencia; entre los segundos, básicamente el débil Estado de derecho y la indefensión de las clases bajas y medias frente a la impunidad de una oligarquía sin escrúpulos cada vez más poderosa.
Sin embargo, la parte que sale peor parada en la fuerte crítica de esta obra es la nueva connivencia entre la Iglesia Ortodoxa y los poderes del Estado tras décadas de distanciamiento. Así mismo, pone de manifiesto con fina ironía la doble moral y las contradicciones de esa parte de la sociedad rusa que se considera rabiosamente confesional.
Sustentada en un brillante guión premiado en Cannes, es muy interesante tanto para quien conoce de primera mano a Rusia como el que no. En cuanto a lo primero porque te reconoces a ti mismo en el lugar en el que estás o estuviste por lo bien que están retratadas las singularidades de los rusos tanto para bien como para mal; en cuanto a lo segundo porque te ayuda enormemente a formarte una impresión parcial del lado negativo del mayor planeta del mundo. Es una oportunidad única para acercarse al alma rusa, a su carácter vital y enigmático, a su manera de pensar, comunicarse o actuar frente a los problemas y a la vida. Ningún amante del cine, de la sociología o de la cultura rusa debería de perdérsela. Definitivamente una de las mejores películas desde que Rusia volvió a ser Rusia. O desde que empezó la búsqueda de lo que quiere ser.
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