Cualquiera que me conozca bien sabe de mi pasión incondicional por el séptimo arte. Es por eso que he decido que en este blog voy a publicar una crítica cinematográfica cada mes. Sin embargo, solo será sobre películas rusas por razones obvias. Esto viene a colación porque anoche vi "El arca rusa" (Alexander Sokurov, 2002) y la profunda emoción que me produjo me condujo a unas incontenibles ganas de escribir sobre este filme. He de confesar que ésta era la segunda vez que intentaba verla porque la primera me quedé durmiendo. Así que me la dejé a medias. Tal vez el exceso de consumo de bebidas espirituosas del día anterior tuviera algo que ver. Esto es importante porque la película bien merece ser disfrutada con la mente bien despejada y los ojos bien abiertos. A mí se me ha quedado grabada tanto en la memoria como la retina.
"El arca rusa" arranca con una voz en off que nos introduce en la escena. La única escena. Y he aquí lo más fascinante de todo porque la película se compone de un solo plano secuencia de principio a fin de 96 minutos, es decir, una solo toma sin corte entre planos alguno. Esto es algo a remarcar en la historia del cine porque es la única que esta rodada de tal manera. Habrá quien me pueda decir que ahora mismo hay una película en cartelera que puede disputarle tal honor, "Birdman" (Alejandro González Iñárritu, 2014), pero según he leído se trata de un falso plano secuencia. Y aquí de falso no hay nada.
Esta voz en off acompaña durante todo el metraje a un misterioso aristócrata francés del siglo XIX que no sabe en que lugar se encuentra y por qué de repente habla un fluido ruso. Más tarde descubrimos, él y nosotros, que está en el Palacio de Invierno en San Petersburgo. La cámara le sigue en un fascinante paseo por 33 de las muchas habitaciones de las que se compone el impresionante museo Hermitage (¡Al que, por cierto, al tener carné de estudiante ruso puedo ir siempre que quiera gratis!). En la película asistimos a una impagable lección de los 300 años de la historia de Rusia y de la antigua ciudad de Leningrado para lo que Sokurov necesito 2000 intérpretes, algunos de ellos personajes históricos como Catalina II o Nicolás II, y 3 orquestas tocando en directo. La dirección artística y el vestuario son de escándalo. Pura magia.
Estamos ante, por qué no decirlo, una obra maestra que es todo romanticismo. Nos descubre la idiosincrasia rusa, nos ayuda a entender su cultura y su manera de interpretar la vida y el mundo, además de emocionarnos con la belleza del arte que encierran las paredes de uno de los museos más famosos del planeta. Es un ejercicio cinematográfico muy ambicioso, incomparable, gigantesco y virtuoso con asombrosos resultados. Para mí una película de diez como el que le he colocado ipso facto en Filmaffinity. Cuando abandone Rusia y me entre la nostalgia no dudaré en recuperla.
Enlace de la película completa con subtítulos en inglés:
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