La película de Pawel Chukrhai es otra de las que ha tenido el honor de estar nominadas en los Oscar en la categoría de Mejor Película de Habla no Inglesa, en el año 1997. Arranca con una voz off en primera persona que nos narra el nacimiento de un bebé, a quien pertenece en la edad adulta dicha voz, en la Rusia soviética de 1946, un año después de la finalización de la Gran Guerra Patria. Seis años más tarde somos testigos desde el punto de vista de ese niño de los sentimientos y el sufrimiento una serie de acontecimientos que marcan la pérdida de la inocencia en su infancia y el precipitado paso a la edad adulta en un marco tan singular como el de la vida provinciana en la Unión Soviética.
Sanya vive con el desasosiego que le produce crecer con la ausencia de un padre cuya vida perdió seis meses antes de su llegada al mundo tras llegar herido de la II Guerra Mundial. Cuando se encuentra de viaje con su bella madre, Katya, en un tren a través de una en Rusia empobrecida y fría que todavía se está recuperando de los desastres de la guerra, aparece de manera fortuita un oficial uniformado, Tolyan, que cambiará sus destinos tras producirse un flechazo entra los dos adultos. Se trata de un hombre de apariencia férrea, apuesto y con un curioso tatuaje de Stalin en el pecho y otro de un leopardo en la espalda, dos símbolos que cobran gran significantes posteriormente en la trama. Al principio el niño no lo acepta por su aspereza, el distanciamiento que provoca entre él y su madre y porque permanece imborrable la presencia del padre verdadero que no llegó a conocer. Pronto descubre los secretos que guarda su padrastro.
Lo que hace de "Вор" una película de gran valor es el gran retrato de la forma de vida y costumbres de la vida Soviética de los años 50, algunas de ellas con el mismo arraigo en la actualidad. Por ejemplo podemos ver con gran naturalismo la atmósfera de un típico tren con literas, la vida en los pisos comunales del comunismo soviético, el comportamiento de un grupo numeroso de rusos alrededor de una mesa y los brindis de vodka por Stalin, las tradicionales saunas rusas... Y en general los valores sociales y morales de la vida del momento que no se correspondía con la de la propaganda. Por todo ello la película se inscribe en la corriente neorealista postbélica pero adaptada al cine ruso de los años 90.
Sin la calidad del equilibrado y admirable trabajo del trío protagonista la película no gozaría de la misma brillantez y realismo, especialmente debido la interpretación prodigiosa del joven (Misha Filipchuk) que me recuerda a la del niño de la película española "La lengua de las mariposas" (José Luis Cuerda, 1999). El trabajo del director también es sobresaliente a la hora de una faceta muy importante a la que desgraciadamente está restando importancia el cine de los últimos tiempos: la narración, apoyada en un solvente guión, una gran fotografía y diseño artístico y de producción. Deja un poso amargo y agridulce pero no por ella deja de ser menos interesante y asombrosa.
Sin la calidad del equilibrado y admirable trabajo del trío protagonista la película no gozaría de la misma brillantez y realismo, especialmente debido la interpretación prodigiosa del joven (Misha Filipchuk) que me recuerda a la del niño de la película española "La lengua de las mariposas" (José Luis Cuerda, 1999). El trabajo del director también es sobresaliente a la hora de una faceta muy importante a la que desgraciadamente está restando importancia el cine de los últimos tiempos: la narración, apoyada en un solvente guión, una gran fotografía y diseño artístico y de producción. Deja un poso amargo y agridulce pero no por ella deja de ser menos interesante y asombrosa.
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