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lunes, 13 de abril de 2015

Crónica de un viaje a Tallín

La semana pasada caducaba mi visa en Rusia y a causa de ello me tocaba echarme la mochila a la espalda para ir a Tallín, capital de Estonia, con el objetivo de conseguir una nueva. Durante mi año en San Petersburgo esto tiene que ser así cada tres meses, aunque la anterior vez lo hice en España en el periodo navideño con serias dificultades. Tenía miedo de que la burocracia rusa me estropeara la experiencia pero al final todo fue sobre ruedas y pude disfrutar tranquilamente de la que se dice que es la joya de la Corona de los Países Bálticos. Y todo a gastos pagados.

Vista de la ciudad vieja desde la planta 22 del Hotel Viru. 
La aventura comenzó como deben empezar los grandes viajes, con emoción; corriendo como un condenado para no poder el bus in extremis. Cinco minutos más tarde y me hubiera quedado en tierra. Eran las 22:30 del domingo y arrancábamos. Fueron un poco más de siete horas de viaje. En realidad la distancia entre las dos ciudades no es tanta, poco más de 350 km, pero había que pasar de Rusia a Narva, la ciudad de Estonia para pasarla frontera. Era la primera vez que lo hacía por carretera y fue como esperaba: lento, pesado y largo. Tuve que pasar tres controles de pasaporte en el lado ruso y uno más en el estonio. Como resultado, más de una hora de espera para continuar el camino tanto en la ida como en la vuelta.

Por fin en Tallín 

Poco antes de las siete de la mañana me bajaba del autobús cansado y sin apenas haber podido pegar ojo. Después de haber hecho un poco de tiempo en la estación y habiendo tenido que pagar treinta céntimos por entrar al baño llegaba el turno de ir al centro de visados acompañado de una amiga española que se encontraba allí por el mismo motivo. Por suerte no hubo pega alguna y ya podía sentirme libre hasta recoger mi nueva visa el miércoles.



Llegado este punto nos dirigimos hacia el lugar por el que todo el mundo viene a Tallín: la ciudad vieja. Cuando llegas a este lugar te quedas realmente asombrado por su majestuosidad. Se trata de uno de los cascos urbanos medievales mejor conservados del mundo y cada año atrae a más y más turistas, entre ellos muchos españoles como constate de primera mano. Sin duda es un placer pasear por sus empedradas calles o sus callejones fríos y sombríos, así como observar sus antiguas casas de distintos colores. Ciudades bonitas hay muchas, pero Tallín destaca por su ambiente único y el orgullo de su Historia. Los más imaginativos se transportarán a su pasado de juglares, caballeros con espada, bellas doncellas, grandes torres y leyendas de dragones. La magia y la animación están por todas partes. Nada extraño que esta ciudad haya sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Los dos torreones más emblemáticos de la ciudad en la Puerta de
Viru. Fueron levantados en el Siglo XV y son supervivientes de
la muralla más antigua que se conserva. Al cruzarlo se extiende
una de las calles más anchas y transitadas de la ciudad vieja con
varias tiendas de souvenirs, cafés y restaurantes a ambos lados.

Podríamos empezar su recorrido por el corazón del casco viejo: la plaza del Ayuntamiento del siglo XV. Anclado en el tiempo y con una vista a la redonda maravillosa, este edificio es el único Ayuntamiento gótico superviviente en el Norte de Europa. Todavía se utiliza para propósitos culturales y ceremoniales.

Estos dos dragones escupen agua de lluvia cuando son incapaces
de retenerla.

Ayuntamiento gótico del siglo XV. Por 3€ se puede
subir a la torre compuesta de 115 escalones. 

Plaza del Ayuntamiento. 
Casi en la misma plaza se encuentra un curioso lugar muy
 recomendable de visitar: una de las farmacias más antiguas y
 genuinasdel mundo. Se sabe que funciona como tal desde
1422 y todavía sirve medicamentos a sus clientes. Además, en el
mismoedificio se puede visitar un anticuario con todo tipo de
parafernalia soviética... y también nazi. 

De ahí podríamos dirigirnos a mi parte favorita de la ciudad: el pasaje de Santa Catalina. Es la auténtica máquina del tiempo de la ciudad vieja. Llegué a volver sobre mis pasos varias para cruzarlo una vez más porque la sensación es mágica. Es la calle más puramente medieval de Tallín. Las imágenes hablan por sí solas.







Son muchos más los puntos emblemáticos que se pueden destacar: el mirador Patkuli para disfrutar de una estupenda vista panorámica de Tallín; la catedral de Alexander Nevsky del siglo XIX; subir a la torre del campanario de San Olav; o simplemente rodear las murallas medievales de Tallín ya sería un estupendo plan.

Las murallas que rodean la ciudad vieja de Tallín constituyen
uno de los más antiguos y mejores sistemas defensivos del norte
de Europa 

Desde el mirador Patkuli se puede disfrutar de una magnífica
vista panorámica de la ciudad vieja.
La catedral Ortodoxa de Alexander Nevsky de finales del Siglo
XIX es el principal vestigio del pasado de la Rusia zarista en la ciudad.

Gastronómicamente hablando un rincón destaca sobremanera por encima del resto: el restaurante Olde Hansa. En este lugar se mantiene la misma carta que había en el Siglo XV. Todo recuerda al medievo y se puede beber cerveza a la miel o carnes de oso, reno o alce. Puesto que el plato más barato costaba 18€ yo me limité a echar un vistazo aunque una simpática camarera que me sorprendió hablando un castellano bastante decente insistió y me dio una moneda medieval para canjear por un chupito por si quería pasarme luego. El edificio ya de por sí es impresionante. En su lugar el último  día fui a un sitio mucho más económico que me recomendaron: Kompressor. Solo sirven cerveza y otras bebidas y deliciosos y enormes "pancakes", tanto que me costó comerme entero el mío. Yo me lo pedí con salmón  ahumado y salsa de queso, pero había más de una docena con diferentes rellenos. Relación calidad-precio muy buena la verdad. Los más caros cuestan 4'90€. Este plato también es muy típico en Rusia, sobre todo con caviar rojo.





Estonia no sólo ha regalado este portentoso conjunto histórico sino que también ha hecho alguna de las mejores aportaciones de los últimos tiempos en el ámbito de la tecnología: el software de descargas Kazaa, la cuenta de correo Hotmail o el servidor de llamadas gratuitas Skype. Sin embargo, por encima de todos ellos el mejor invento que los estonios han dado a la humanidad es... ¡el gorro-bufanda! Justo a la derecha al atravesar la Puerta de Virus hay un mercadillo en el que se pueden encontrar de varios tipos y colores. Yo, por supuesto, no pude resistir a la tentación de comprarme uno. 

Los peculiares gorros-bufanda de Estonia. 

Unos de los puestos del mercado justo a la derecha al cruzar la
Puerta de Viru.

Es una ciudad ideal para una escapada de un fin de semana. Lo mejor que se puede hacer es recorrer la ciudad vieja con calma y sin mapa como un personaje más en este lugar cargado de Historia. La desorientación y el azar te irán llevando y descubriendo sus inolvidables rincones insólitos y secretos. Es como mejor te atrapará su atmósfera.

El viaje llegó a su fin con muy buensabor de boca y un poco de pena por que fue muy agradable estar en Tallín. No obstante, en junio tengo que volver para renovar de nuevo la visa y ésta vez me gustaría poder visitar otras ciudades bálticas como Riga y Helsinki. Espero poder contar la experiencia otra vez aquí.

Si quieres ver todo el reportaje fotográfico en Tallín pulsa aquí.

P.d: infinitas gracias a los voluntarios españoles en Tallín que me ofrecieron cama las dos noches en las que estuve allí. El trato fue muy bueno.


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