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martes, 31 de marzo de 2015

Crítica cinematográfica de marzo: "Ostrav" (La isla)

El cine ruso, no muy conocido fuera de sus fronteras, ha heredado cierta calidad del excelente cine soviético. Desde la independencia del país hay un puñado de películas que bien merecen ser vistas. "La isla" (2006), o como se tradujo en España "Exorcismo", es un buen ejemplo de esas asombrosas creaciones que alumbran los cineastas rusos. Dirigida por Pawel Lungin, probablemente sea una de las más fascinantes películas sobre la religión y la metafísica así como una de las principales referencias del cine ruso del siglo XXI. Lo tiene todo para ser calificada como película de culto.

La trama se sitúa en una remota isla prácticamente desierta del mar Blanco (aunque rodada en un golfo del mar de Barents, como la famosa "Leviatán") en la que hay una comunidad pequeña de monjes ortodoxos. Apartado de sus compañeros vive un excéntrico místico, Anatoli, cuya fama de poderes milagrosos hace que gente de poblaciones cercanas se acerquen a este Hipólito y frío lugar a suplicar su ayuda. Lo que desconocen todas esas personas que recurren a él para que solucione sus graves problemas, entre ellas una chica supuestamente bajo una posesión diabólica, es que este ex marinero vive fuertemente atormentado por un cruel acto de barbarie que cometió en plena II Guerra Mundial cuando fue capturado por los nazis.




Así pues, el tema principal de la película es el tormentoso y perturbador desasosiego de un hombre que es incapaz de librarse de su terrible pecado. Después de su imperdonable acto en su juventud lleva décadas viviendo en condiciones pobres y miserables luchando consigo mismo en la búsqueda de su redención. Tal es su sentimiento de culpa que en vez de vanagloriarse por la admiración y envidia que causa su presunta santidad suele hacerse pasar por otro monje.

La ambientación, los planos, la música, el guión, la historia; todo es realmente prodigioso y de una calidad fuera de lo común. Pero si algo destaca por encima de todo es el papel protagonista de Pyotr Mamonov, un actor que goza de mucha admiración y cariño en Rusia tras su espectacular trabajo en esta obra. Verle hacer el cafre, dar gritos, saltar, cantar, llorar o reír cuando menos te lo esperas es un auténtico regalo. Para quitarse el sombrero. De hecho esto marca uno de los pocos puntos débiles de la cinta: el resto del reparto está a años luz del nivelado de Mamonov, aunque como él es quien lleva todo el peso del desarrollo tal vez no importe mucho.

Recomiendo dejar de lado la pereza que comprensiblemente puede dar ponerse a ver una película que indaga sobre las cuestiones de la fe. Es tan recomendable para el creyende como para el convencido ateo. Además, lejos de lo habitual en este tipo de películas el ritmo no es para nada lento y pesado. Para el recuerdo quedan varias escenas asombrosas. Es una experiencia muy gratificante.

Dejo el enlace de la película en VOSE:


miércoles, 25 de marzo de 2015

Viaje a la Rusia auténtica: Pskov e Izborsk

Los rusos suelen decir  que Moscú y San Petersburgo no representan a la Rusia auténtica: son urbes enormes con un desarrollo y unas condiciones de vida y de trabajo muy distintas a las de la ciudades más pequeñas y los pueblos, sobre todo en el caso de la capital. Por eso es recomendable no limitarse a visitar las dos ciudades principales de Rusia para conocer la otra realidad del país más grande del mundo.

La organización para la que trabajo como voluntario, Perspektivy, había organizado un viaje a Pskov e Izborsk para todos los jóvenes que estamos aquí como yo. Ambas ciudades están al noroeste de Rusia, a 300 kilómetros de San Petersburgo y cerca de la frontera con  Estonia. El plan parecía interesante y allá que me fui con el resto de mis compañeros. 

Ya había estado en Pskov, cuyo nombre en ruso antiguo (Pleskóv) puede ser traducido como "la ciudad de los aguas puras" y tiene como principal atractivo un Kremlin de varios siglos de historia. Esto fue en octubre del año pasado a los pocos días de llegar a Rusia. Fue mi primera excursión fuera de Piter. La primera impresión al bajar del autobús fue que todo era mucho más acorde con la imagen que tenía en la cabeza del Este de Europa. El ambiente era más grisáceo y rural. Había camiones con grandes cantidades de sacos de patatas y gente que transportaba ese y otros alimentos con carretillas. Al fondo se divisaba un mercado y se escuchaba una música. Había de todo: flores, mermeladas, setas y hasta un señor vendía abejas muertas que nos aseguró que eran para mezclarlas con vodka y ellos derivaba en una supuesta bebida medicinal. Esto es Rusia. Cualquier cosa por muy loca que parezca no hay que descartarla. 

Izborsk es una localidad muy pequeña situada en el Óblast de Pskov a 30 kilómetros del centro administrativo. Su punto fuerte es su fortaleza, una de las más antiguas e impresionantes de la Rusia Occidental. A los pies de la Fortaleza hay un lago y un manantial al que acude gente a llevarse un agua muy saludable. Y pescadores también, por supuesto. Aquí además tuve la fortuna de probar por primera vez la мёдовуха (Miodabúja), una cerveza con miel que está buenísima. 

La gente en este tipo de localidades parece más sencilla y más humilde que en las dos mega ciudades de Rusia. No están muy habituados a ver personas extranjeras y se nota por donde pasas. Pero el trato es agradable. En este país hay de todo tipo de personas como en todos los lados, pero el ruso en esencia es un pueblo hospitalario y generoso porque los padres educan a los hijos para que así sea. En general tienen buen corazón aunque las primeras impresiones puedan llevar a equívocos. Y es que nunca se puede juzgar a las personas de otros sitios según las reglas y las normas sociales y de comportamiento de tu país. No hay que quedarse con el "como son" sino tratar de averiguar "por qué son así". 

Estas son algunas de las imágenes de estos dos lugares:

Pskov


















Izborsk 

















miércoles, 11 de marzo de 2015

El monasterio de Alexander Nevsky y el cementerio en blanco y negro

Fundado por Pedro el Grande en 1710, este monasterio ortodoxo es el más importante en San Petersburgo. La catedral de la Santa Trinidad es una de las visitas obligadas en este complejo. Allí se oficia misa cada mañana durante varias horas y es algo curioso de ver. Pero por lo que destaca es por su cementerio, donde se pueden visitar las tumbas de algunos de los compositores y escritores más importantes de Rusia, como Tchaikovsky y Dostoevsky (las dos primeras imágenes respectivamente). Además se puede comprar pan fresco en la panadería del monasterio a la tarde.

Hasta aquí las palabras porque las imágenes describen mucho mejor la belleza y la atmósfera melancólica de este lugar imprescindible en la capital cultural rusa: